Fin de siglo. Fin de ciclo terrestre
Los
ciclos constituyen tiempos, es decir oportunidades de ser, de aprender, de
evolucionar, de volver a Dios. Los ciclos son tiempos que tienen un comienzo y
un fin, y a cada fin de ciclo le sigue, irremediablemente, un nuevo comienzo.
El universo está en movimiento constante respondiendo a unas leyes de
existencia bajo las cuales todos nosotros vivimos.
Cada
ciclo tiene un propósito, un fin. Se inicia con ese propósito en concreto y por
tanto todo lo que ocurre y es vivido y experimentado durante ese tiempo va
encaminado a ese fin.
A
veces los ciclos son largos y a veces muy cortos. Nuestra vida está llena de
ciclos. Un día es un ciclo. Una hora de tiempo terrestre puede ser vivida como
un ciclo. Una estación es un ciclo. Una lunación es un ciclo. Un año solar es
un ciclo. La gestación y nacimiento de un bebé constituyen un ciclo. Una vida
es un ciclo…
Pero
cada ciclo está contenido en otros ciclos aún mayores, y todos forman parte
interactivamente de los otros. Y a eso justamente nos referimos ahora.
Vamos
a enfocar este ciclo terrestre: un día de tu vida forma parte de este ciclo. Un
año de tu vida forma parte de este ciclo. Una vida completa de tu existencia forma
parte de este ciclo. Y tomamos conciencia total y absoluta de este hecho,
porque este gran ciclo (que a su vez forma parte de otros ciclos mayores) está
a punto de concluir.
Coincidiendo con el cambio de siglo, este ciclo para
Este
ciclo que llega será pleno porque plenos pasaremos a él. Plenos de conocimiento
y sabiduría interior. Plenos de conciencia, plenos de aprendizaje, de saber
interior. Plenos de saber que caminaremos una nueva era fruto de nuestra
creación, al hacerla posible con todo nuestro caminar durante tanto y tanto
tiempo.
Cuando
lo viejo se va, éste anuncia lo nuevo. Cuando el rey muere, el pueblo aclama ”viva el rey”, el ”nuevo”
rey. Lo nuevo posee dentro de sí la semilla de lo anterior, de lo viejo, de lo
que se va, de lo que ya se fue. Así pues, en el ciclo de la vida nada muere
realmente, sino que tan solo se transforma.
Estamos pues a punto de vivir la transformación completa del planeta, de
irremediablemente todos y cada uno de los que lo habitamos. La vida sigue su
curso y nos lleva con ella. Nada ni nadie puede resistirse a eso, ya que forma
parte de la vida misma, de lo que en esencia la vida es.
Al
igual que las corrientes de un río desenfrenado nos llevarán irremediablemente
a desembocar en un océano en calma, inmensamente más grande que el
río… y, sin embargo, podemos decir
que el río forma parte de él, está contenido en él.
La
belleza de los seres humanos impregnará la nueva era de conocimiento y Luz, del
mismo modo que
En el
ciclo de la vida nada concluye totalmente, sino que simplemente se transforma.
Por tanto, sintamos este fin de ciclo como el renacer de aquello que está ya
por llegar, irremediablemente más grande y pleno, y sintámonos por tanto
responsables hasta la última de nuestras células por saber que formaremos parte
a través de la historia y de la eternidad del nuevo ciclo que ya se está
aproximando: